domingo, 1 de marzo de 2009

De espinas y esquinas...


Parece que llegué. Al fin de cuentas siempre hay que detenerse en la esquinas. Pero esta tarde creo que llegué a esa que buscaba. En los inviernos busco esquinas. Y es curioso, porque se trata de esos extraños espacios urbanos en que se viene abajo todo el ethos protector de la arquitectura occidental. 
Me encuentro a razón de una esquina verdadera por día. Está bien, no pretendo más. Con una esquina me alcanza. Apoyo todas mis vértebras en esa línea siempre áspera donde se unen dos conglomerados de materia que se han resignado a la imposibilidad de la redondez. Y respiro, por fin respiro. Redonda. Yo sí puedo: ventajas de la materia blanda. 
Pero la que me encontré hoy no es una esquina cualquiera. Me ha convencido de que las otras esquinas donde he respirado redonda desde hace un par de inviernos son falsas. Yo creía en mis intuiciones más óseas. Unas vértebras maduras y confiables. Soy una víctima de mi propios huesos. Y me lo ha dicho una esquina verdadera.

1 comentario:

  1. Está claro que éste texto se merecía ianugurar un blog nuevo ;)

    Andrea

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