jueves, 5 de marzo de 2009

Un té con Mallarmé


Hoy me puse a pensar sobre mi condición de escritora. Y digo condición con la misma rotundez con que Hannah Arendt habla de la condición humana afirmando que todo lo dado o hecho por el hombre se convierte en una condición de su propia existencia. Llevo años vomitando en un teclado ese hecho inexplicable de amar tanto las palabras hasta el punto de tener que escribirlas para que mi conciencia sueñe más tranquila y el intrépido subconsciente le desee irónicamente “dulces dueños”. Tengo la íntima seguridad de que escribir es mi signo, la puerta de entrada a un Mundo-A que me fue concedido por obra y gracia de alguna paloma bondadosa. Escribir es el modo en el que soy cuando estoy conmigo. Mi mini-nirvana personal. Mi palito-bombón-helado. 
Sin embargo, no necesito pagar 50 € a una argentina con gafas de acetato para que me diga que estoy sublimando. Además, hoy no pienso meterme en el laberinto psicoanalítico. Alguien sabe que por ese camino puedo toparme con el lobo. Y esta noche no quiero. Solo me voy a tomar un té con Mallarmé, a ver si me explica eso de que en el mundo todo existe para culminar en un libro. 

- Mire Ud. Mallarmé, yo escribo sólo cuando estoy enamorada. Pero el problema es que no paro desde que tenía 13 años...

- Entonces, existes sólo para el amor... ¿No te parece muy especiado el té?

- Es que el suyo lleva canela... y el mío, limón...


Tampoco me voy a engañar. Creo que nunca podré escribir un libro. Solo junto archivos desordenados y con títulos insospechados que no coinciden con los contenidos. Creo que mi sublimación tiene más que ver con la química que con las interpretaciones más kantianas. Sepan disculpar el poco vuelo, ya me gustaría a mí pasear por esos cielos. Pero Mallarmé me dejó pensando y derramé todo el té por mis cuatro esquinas. Así que no es difícil de entender que me urja una definición concreta de eso que supuestamente estoy haciendo en este momento. Y, como toda buena definición, esta viene del latín, afirmando sin temblores que –también conocida como volatilización- la sublimación es el proceso que consiste en el cambio de estado de la materia sólida al estado gaseoso sin pasar por el estado líquido. Considerando que todo adulto que se precie de tal anda por la vida escondiendo unos 5 litros de sangre, no suena ilógica mi nueva visión “química-no-quimérica” del arte.

En fin, volatilizo para no sangrar. O para no sangrar tanto.

2 comentarios:

  1. Hay una dicotomía sublime entre texto y video. Me ha encantado xD. Continuemos por favor .

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  2. ojala que nunca dejes de estar enamorada... para que podamos leer tanta belleza. Pipi

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