lunes, 2 de marzo de 2009

Preparados, listos, ya!


Todo está revuelto, ya no puedo ver. Otra vez ando metida en esos resquicios que quedan entre las sombras, buscando el rastro de algún haz de luz que fuera un cartel indicador, que fuera otra duda menos dudosa, que fuera simplemente un elemento de color. Otra vez enredada entre tanto hilo tensor. No te veo, cielo, no te veo. Te vislumbro, me despistas, me sitúas, me voy lejos.

De repente tengo dos trenzas, la cara sucia y los cordones desatados. Me subo a la calesita, pero tengo que elegir bien el asiento. Fijar un punto desde el cual empezar a girar. No vale elegir y luego cambiarse de lugar. Y así comienzan a aparecer todos los colores del patio de mi abuela. Otra vez todo está revuelto, pero ahora puedo ver. Giran los grises de una pared mal revocada. Se mezclan con los verdes de un ceibo cansado ya del sol y el rojo mentiroso del granado en flor. Una línea blanca serpentea por encima de mi cabeza. Quiere ser azul, pero las nubes no la dejan. 

Suena el teléfono, freno. Otra vez tus puntos suspensivos, siempre tan suspensivos. Veo en tu voz algo que no escucho y entonces, una sucesión de aterradoras repeticiones... Y de la calesita a un ajedrez sonoro y cromático. Jaque al tono de tu voz. Jaque mate al negro de mis lágrimas Chanel. 

¿Qué ocurrió con la nena? Se pisó los cordones y se cayó. La abuela le limpió los mocos. Perdió los moños rosas de las trenzas. 

Otra vez todo está girando. En mi cabeza, en mi estómago, entre mis piernas y por debajo de mis pies. Y me marea, te mareo, nos mareamos. No es tan difícil marearse sin mar. Te invito a mis mareas y marismas, aunque no te lo creas. ¿Una vuelta? No vale elegir un asiento y cambiarse. Preparados, listos… Espera, tengo una duda: ¿qué te gustaría ver de mi después de que muy torpemente -y seguramente entre risas- hayamos empezado a frenar? 

No puedes imaginarte cuánto mejor se respira cuando se van agotando las vueltas. 

Preparados, listos, ya!

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