sábado, 7 de marzo de 2009

Esta duda de pelos sueltos que yo tengo. O una visión arqueológica de mi vida.

Debo confesar que tuve una semana un poco extraña. Y aunque me niego a los adjetivos relacionados a un statu quo preestablecido, me animo a decir que estos fueron unos días muy inestables. Creo que el hecho de haber sido víctima de tres inviernos seguidos ha desarrollado en mí una extraña capacidad de mimetizarme con el clima. Esta vez, el anticiclón vendió el anti y se compro un coche. Y el auto-ciclón me mareó. 
En fín, tuve unas mañanas sin poder encontrarme y varias tardes rodeada de arqueólogos. La combinación ha sido explosiva. Hoy pretendo detonarla. Fueron días en que los mosaicos corrían a través del mapa de la vía de la plata y el infinito en mi mano se peleaba con no se qué pieza única de un supuesto y anterior aleph fenicio. Las cañas pasaban entre un jarrón de Écija y anecdóticas excavaciones en Roma. Y por mi cabeza, una vespa amarilla. Entonces no pude evitar plantearme una y otra vez la misma pregunta. Aunque, para ser sincera, nunca hubo una pregunta concreta. Porque la duda lasciva siempre aparece, incluso a la hora de calibrar el arma para matarla. La intuición de la duda… ¿y por qué no se va usted a la mierda, mi queridísima señora?
Escuchaba de reojo la defensa de una arqueología que indaga las sociedades a través de sus restos materiales sin perder de vista ni a la sociología ni a la psicología culturales. Y escuché frases tan triviales como “el que busca, encuentra”. Entonces me puse a pensar en el hecho mismo de buscar y en las connotaciones tan perversas de un verbo tan afable. Se busca lo que se perdió, lo que una vez fue y desapareció. Estuvo aquí, ahí o allá pero ya no está… De repente, me vino a la mente la voz consejera de una buena amiga, diciéndome que busque a la niña y la mime, pero que no la consienta... 

Vaya para mi nena todo mi amor desbordado. 
Pero no te excedas, pequeña… 
Y entonces se escondió debajo de la mesa. 
Allí abajo está oscuro y se hace la muerta. 
Puedo ver cómo mueve las piernas. 
Voy a buscarte. No me tardo. 
¿Me esperas?

Entonces, y ante la inexorabilidad de la búsqueda, consideré conveniente la idea de buscarme arqueológicamente. Hay que darle su espacio a la materia. El problema es que no tengo conmigo demasiados restos materiales de mi pasado. Llevo casi tres años de exilio voluntario con la sensación de que el tiempo pasa fuera de mi. Hay un presente de chicle tutti-fruti que asoma por los costados de mi boca. Lo veo, lo toco, lo mastico, lo saboreo, lo guardo, lo revivo y no lo escupo ni lo trago. A veces se vuelve insípido. Pero se estira. ¡Y es rosa! 
Y así voy por mi calle haciendo globos cada vez más grandes. Alami me dice que un día me los va a pinchar… Le digo que no sea malo, que me voy a enojar... Ya me pincharon otros globos de otros chicles menos estirados. Por un momento pienso en que seguro me tragué algunos, y ahora me pregunto si los habré cagado o andarán por ahí pegados haciéndome doler la panza de vez en cuando. 
En fin, lo que guardo de mi antes no es suficiente para construir la arqueología de mis días. Solo tengo unas pocas fotos producto de la etapa más analógica de mi padre. (Ya les explicaré en otro momento cuánto le ha costado al pobre pasar a un estado del ser más digitalizado). Sin embargo, creo haber encontrado algunas pistas... Un, dos, tres… y acá estoy yo.


Me metía donde no debía. 


Me sorprendía. 


No me creía lo que me decían. 


Era traviesa.


Tenía una duda. 


Papá me hacía reír. 

Entonces tenía la cara llena de barro y el pelo alborotado. Un, dos, tres… y acá estoy yo. Tengo los ojos llenos de carbón y los rulos alienados. Sigo metiéndome donde no debo. Todos los días me sorprendo. No creo en lo que me dicen. Mis travesuras me siguen pasando factura. Lo de ser un mar de dudas me va como a ninguna. No me aguanto la risa cuando te veo… Y mi nena sigue ahí, debajo de la mesa. Puede jugar a hacerse la muerta todo lo que quiera. Solo importa que yo vea que puede mover las piernas. 

Píntate la raya, mujer, que nos vamos de copas. Hoy estoy más linda, ¿no lo ves? Será que todas las búsquedas empiezan por un mapa o un cajón y terminan en un espejo… En ese en el que todas las mañanas le pongo fijador a esta duda de pelos sueltos que yo tengo…


5 comentarios:

  1. Un fin de semana de introsprección muy productiva, nunca mejor dicho. Eras una niña requetemona! ¿He dicho eras?

    ResponderEliminar
  2. Yo tengo una duda que me mata: ¿Quién aprueba los comentarios? ¿Tú o el censor secreto de Blogger?

    ResponderEliminar
  3. jajajajajaja!!! Definitivamente, el censor secreto de Blogger. Me dijeron que es un tío muy democrático...

    ResponderEliminar
  4. Estás divina A. antes y ahora

    J.

    ResponderEliminar